Este
otoño olor intransigente apenas cala en mi cordura,
y a
ciencia cierta, ante los ojos de la gente, nada amargo sacia esta
dulzura.
Son
muescas descabelladas amenazadas por la locura,
y aún
teniendo al infierno rozando mi comisura,
no
existe fusible posible que acabe con mi postura.
Secretos
a susurros que traspasan y encandilan,
bohemios
de al(r)ma negra que escriben y lo asimilan.
Ahí
están, pasan desapercibidos pero desde el fondo vigilan,
y
pasan las horas, los meses, los años y en el recuerdo se apilan.
La
costumbre se la tiene jurada... Ellos, mientras tanto, hiperventilan.
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