Anocheces
a media luz, a media mañana
cae
el rocío en tus parpados.
Mientras
los rayos de luz asaltan mi ventana.
Despertamos
los dos.
Y la
cama se hace ancha
aun
siendo de noventa,
soporto
la avalancha,
y
vuelvo a la cripta que me reinventa.
Anocheces
entre disturbios,
mi
constante indecisión.
Mis conflictos
turbios,
tu
clara decisión.
Amas
a más si poder,
y me
declaras la coherencia
de
este envenenado saber.
A
sabiendas de mi paciencia.
Anocheces
estrelladamente,
en
un gélido sentimiento
que
conviertes tórrido
cuando
burlas mi mente.
Y me
empapas, me camuflas.
Conviertes
mis dudas, miedos,
en astutas
estrofas,
que atrofian
mis miedos pulidos
de
tu embriagador encanto.
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